Tengo un sueño. Tengo un sueño que quiero hacer realidad. Pero hay una gran distancia entre la realidad y los sueños, entre la realidad y la fantasía, entre la realidad y lo que quiero.
Era un sábado por la noche. Un sábado como otro cualquiera. En el bar de siempre, con los amigos, con la cerveza en la mano, todos juntos. No podía pedir nada mas, era feliz tal y como estaba, no quería que nada cambiara. De bar en bar, de cerveza en cerveza, nada cambiaba, todo era rutina. Todos los sábados eran iguales, pero me encantaba, ¿y para que cambiarlo? ¿Para qué cambiar algo que te llena y te gusta?
Pero nada más entrar en aquel bar, en aquel bar que conocía como la palma de mi mano, allí estaba ella, en la barra, en todo su esplendor, en toda su belleza, era grandiosa… pero no me miró y pasé de ella, como si no la hubiera visto jamás.
Una semana dura en la universidad, mucho trabajo, mucho estudiar, todo sea por un buen futuro. Pero por fin llegó el sábado de nuevo. La mejor manera de desconectar. Ver a los colegas, beber unas cervecitas, visitar los bares de siempre… pero aunque la hubiera olvidado durante toda la semana volvió a aparecer. Tan bella como el otro día… ¿Por qué no mejorar lo que ya tengo? Intenté envalentonarme, pero al final me pudo la cobardía y le hice un pequeño guiño que ahí quedo.
Pasaba la semana, entre clase y clase, pero de vez en cuando me acordaba de ella, de lo atractiva que era, de lo bien que lucía, de las ganas que tenia de estar allí, de que fuera sábado…
Y llegó, llego tan esperado día, llego el sábado. Entre risas y alcohol volvió a aparecer, y esta vez quise lanzarme, pero tampoco pude. Un amigo me vio mirándola, asique me la presento. No hicimos más que tontear, estuvo bien, pero al final no paso nada.
La siguiente fue la definitiva, no necesite ningún empujón, fui yo solo. Lo hice yo solo, se me envalentonó el corazón y lo hice. Fue muy agradable, fue increíble… esa noche no dormí.
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